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No a las Guerras

He aprendido que una vida no vale nada, pero también que nada vale una vida.

Malraux, André 

De Conciencias Tranquilas y Barrigas Llenas están Repletas las Proclamas Antibélicas

Aguafiestas

 

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No a las Guerras


En febrero de 2001 dedicábamos el editorial de nuestro número 76 a un colega Irakí, concretamente de Kerbala,  del que habíamos recibido una carta (de papel, nada de electrónica) solicitando el envío de libros y publicaciones científicas. Decíamos entonces que en nuestro afán de distinguir a los nuestros de los otros habíamos recibido una carta de un otro muy otro, que a la vez de ser de los otros era de los nuestros. El caso es que el bloqueo de los nuestros y la megalomanía de Sadam impedía (e impide) a este otro colega nuestro, acceder a publicaciones recientes, acudir a congresos y conferencias, y por supuesto acceder a Internet. Recordamos su dirección postal para quien quiera enviarle una carta de apoyo en estas horas difíciles: Abd-UL-Amir K. AL-Ganimee, MB, ChB, FICMS-Psych. Director, Psychiatry Depart., Babylon Univ Medical College. Near to Huseinya Post Office, Huseinya, Kerbala, Irak.

Lo cierto es que cuando uno le pone cara al enemigo es más difícil ponerle un misil en la cocorota y quedarse tan tranquilo. Y uno se da cuenta de que el "pueblo irakí" no está compuesto por miles de combatientes armados con cimitarras o explosivos en la cintura deseando poner sus sucias manos en nuestras mujeres e hijos, sino por gente, hombres, mujeres, niños, agricultores, tenderos, ingenieros, estudiantes, psiquiatras y enfermos mentales. Y que las bombas les van a caer a todos, por muy inteligentes (las bombas) que sean. Discutir con argumentos racionales sobre la "conveniencia" de esta guerra nos parece una suerte de degeneración moral. El fin no justifica los medios, y quizás sólo sería discutible la posibilidad de un ataque preventivo si se garantizara, al 100%, que no habría ni una sola víctima civil, ni una sola consecuencia posterior que originara sufrimiento a dicha población. Dar por buenos los "daños colaterales" en aras de argumentos geopolíticos, económicos, etc., es a nuestro juicio, un disparate. Y es fácil darlos por buenos cuando sólo son unas imágenes en TV, una noticia en el periódico, donde la cruda realidad de la guerra se tamiza por el filtro de lo "informativamente conveniente": (¿Sabrá Tony cómo son las moscas cuando devoran cadáveres?)

Supongo que como todos, hemos recibido innumerables mensajes invitándonos a sumarnos a cadenas de protesta o a suscribir variopintos manifiestos, desde muy diversos foros. Algunos de estos foros, por cierto, no parecen tener demasiada autoridad moral para hacer alegatos en pro de argumentos humanitarios, ya que sospechosamente muestran cierta desidia en manifestar la misma preocupación por sus semejantes cuando son asesinados, amenazados o extorsionados por nuestros liberadores de la patria locales. Y lo del No a la Guerra no se refiere, al parecer, a las guerras en general, sino a una guerra en particular, como demuestra la nula oposición a otras hazañas bélicas recientes. Así que he de confesar que he observado estas iniciativas, incluso cuando proceden de organizaciones y compañeros intachables, con cierto escepticismo. Y es que no puedo evitar tener la sensación de que mucha de esta movilización está más alentada por la oportunidad que brinda a expresar un sentimiento antiEEUU (una importante señal de identidad de la izquierda de este país), que una verdadera preocupación por la suerte de los irakíes. No recuerdo desde luego grandes movilizaciones o una preocupación social comparable cuando la antigua Yugoslavia se automasacraba o cuando, después, los bombardeos de la OTAN causaron innumerables víctimas entre la población civil. Ni detecto movimientos efectivos de solidaridad frente a cotidianas catástrofes en África, donde millones de personas siguen muriendo de hambre, de SIDA, de malaria, mientras nosotros nos gastamos la pasta en lifestyledrugs para combatir la calvicie, la impotencia, la obesidad o la timidez. Parece como si esta guerra en ciernes nos diera la oportunidad de sentirnos buenos y solidarios frente a los malvados y de derechas, y aliviar nuestras conciencias con escaso/nulo coste personal. Un poco como cuando en el cole dábamos 100 pelas para apadrinar a un negrito del África o a un indio del Gujerat que gracias a nuestra generosidad podría comer unos días caliente.  Es que es muy fácil salir de manifa o firmar una declaración antibélica, y mucho menos sencillo pensar ni por un momento que nuestra solidaridad vaya de alguna manera a materializarse en vivir un pelo peor para que algunos vivan algo mejor. Y si nó, échale un ojo al informe sobre la pobreza y el desarrollo en el mundo. Los conflictos proceden de la desigualdad, y no me parece que estemos dispuestos a solucionar de raíz este tema, al menos los que vivimos en el lado bueno de la desigualdad. Las mayores armas de destrucción masiva son la ignorancia y el hambre. Y de esas, todos somos responsables.

A pesar de todo, nosotros, sin ninguna duda, también estamos contra la guerra. Contra todas las guerras. Y contra el sufrimiento, el hambre, la explotación, los fanatismos, la ignorancia, y desde luego contra la repugnante manipulación de aquellos que sólo están contra la violencia que les conviene, pero aplauden o son complacientes con la que favorece sus intereses. La medicina, como colectivo, no puede apoyar ninguna acción que contribuya a herir, matar, empobrecer y hacer sufrir a hombres, mujeres y niños, cuyo único pecado ha sido nacer en el sitio equivocado en el momento equivocado. Así que la Txori-Herri Medical Association dice también NO A LA GUERRA, NO A LAS GUERRAS. Aunque sólo sea por nuestro amigo Abd-UL-Amir K. AL-Ganimee, profesor de universidad y psiquiatra, y por las personas a las que atiende.

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