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Jueves, 8 de noviembre de 2001

PRIMER PLANO
HABLAR MáS ALTO

GERMAN YANKE

PRIMER PLANO

Albert Camus escribió que la larga lista de víctimas del nazismo
exigía, al menos, dos cosas: conservarlas en la memoria y, si se
las había hecho callar, hablar más alto.

 Todos los asesinatos de ETA producen la desazón que conlleva la
experiencia del totalitarismo pero algunos, por desgracia no
todos aunque sea comprensible, hieren también en el alma. Me
debía haber ocurrido a mí en todas y cada una de esas
manifestaciones de barbarie y ahora me arrepiento de que el
ruido de la vida me haya hecho olvidar en ocasiones, o en todo
caso no reparar como debía, en el silencio horroroso de las
víctimas.

 No pasó esto, desde luego, tras el asesinato de José Luis López
de Lacalle, mi compañero en estas páginas y mi amigo del alma
dentro y fuera de ellas. En ese momento sí sentí, junto a la
necesidad de llorar y la rabia, la de hablar más alto, la de
afirmarme en el lugar que tenía junto a él y la de ocupar, sin
duda con menos brillantez, el espacio que le habían arrebatado.

 Se me ha llenado la memoria con las imágenes y las palabras de
José Luis cuando me dicen que, entre los muchos objetivos de los
etarras detenidos en Madrid, podría estar yo. Perseguido año
tras año, atacado una y otra vez, jamás quiso convertirse en
protagonista de nada, sino ejercer el periodismo con
independencia, defender su libertad y la de sus conciudadanos y
hablar o escribir tan alto como fuera preciso. No creo que haya
otro camino y, desde luego, ninguno otro quiero que sea el mío
en esta hora.

 Lo que hay que hacer en este momento es dirigir la mirada hacia
el cuerpo acribillado del juez y profesor José María Lidón,
allí, en mi pueblo, y no olvidarlo, como no hay que olvidar a
ninguna de las demás víctimas del horror terrorista de ETA. Lo
que hay que hacer es estar con su familia y con tantas otras
familias destrozadas. Las víctimas no tienen razón por ser
víctimas pero saben una verdad indubitable, porque la verdad es
algo más que esa caricatura de la que dicen que está repartida
por todas partes. Jean Améry lo explica bien al relatar su
experiencia de la tortura nazi y de los campos de concentración:
«Estoy en posesión de la verdad moral de los golpes que aún hoy
suenan en el cráneo y, por lo tanto, me siento más legitimado a
juzgar, no sólo a los ejecutores, sino también a la sociedad que
sólo piensa en su supervivencia». Lo que hay que hacer ahora es,
en definitiva, seguir hablando y hacerlo más alto.

 Los terroristas piensan, seguramente, que la experiencia o la
cercanía de su violencia hace que la sociedad, o las personas
individuales, cedan siempre algo, dejen a un lado los principios
para lograr la supervivencia, miren para otro lado para no tener
que actuar en consecuencia. Pues no se puede mirar hoy a otro
lado que no sea aquel en el que está José María Lidón y su
familia. ¿Supervivencia? Aborrezcamos de quienes se excusan con
el «realismo» de la negociación y el pacto porque no hay con ETA
pacto posible que no sea una rendición. ¿Miedo? Batallemos para
que, aunque sea inevitable, no acabe con los principios.
¿Tregua? Volvamos a Camus: la que obtendremos al término de una
resistencia sin tregua. Yo, desde luego, voy a seguir hablando,
y escribiendo, y lo haré todo lo alto que pueda.

©Txori-Herri Medical Association, 1997-2001


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