Las Mil y Una Noches de los Médicos agasajados por los Laboratorios Farmacéuticos: A propósito de un caso

Ioannis A Giannakakis, John PA Ioannidis (BMJ 2000; 321: 1563-1564)

http://bmj.com/cgi/content/full/321/7276/1563 


Resumen

Objetivo: Descubrir cómo las compañías farmacéuticas cuidan de las necesidades materiales de los médicos
Diseño: Caso Clínico (recuerdos)
Marco: Unas instalaciones que no tienen nada que ver con la Medicina, en algún lugar de la Península Arábiga
Población: Una muestra aleatoria de médicos
Intervenciones: Actividades promocionales de la industria farmacéutica
Principales mediciones: A corto plazo, el viaje, los placeres, la diversión, y los pichigüilis, y a largo plazo, los dividendos de cierta compañía farmacéutica
Resultados: Los resultados a corto plazo fueron heterogéneos, lo que refleja la diversidad de los medios utilizados por las compañías farmacéuticas para subvertir, modificar o influir en las actividades de los médicos.  En conjunto, 200 médicos se vistieron con túnicas blancas, un especialista en Medicina Preventiva citó a Hipócrates en defensa del tabaco, un médico experimentado se convirtió en poeta, un médico que intentaba comprender la sección de métodos de un póster se planteó si no hubiera sido mejor quedarse a tomar el sol, y dos médicas fueron secuestradas por guerreros beduinos.  Los resultados a largo plazo sobre las ventas de la compañía están todavía pendientes pero tienen toda la pinta de ser muy favorables.
Conclusiones: Come, bebe, pásatelo bien e hínchate a recetar.

Introducción
Estamos a finales de mayo, la noche es cálida, el cielo está lleno de estrellas y floto en posición supina sobre las aguas del Mar Muerto.  No necesito mover los brazos o las piernas, no es preciso que intente nadar, basta con que me relaje.  El agua lo hace todo por mí: es como si flotara en el espacio exterior, en la ingravidez.  Es muy agradable y estoy contento. ¿Puede tener esta experiencia alguna relación con mi práctica de la Medicina?  ¿Puede realmente influir y modificar la forma en que diagnostico y trato a mis pacientes en mi actividad cotidiana?  Sigan leyendo.

Caso Clínico
No he estado solo los dos últimos días.  Estoy alojado con otros 200 médicos griegos en un hotel de lujo.  Al llegar encontramos en nuestras habitaciones flores, aguacates, piñas y ropas blancas.  Desde ese mismo momento hemos vestido todos de blanco, no con bata blanca, como tal vez haya imaginado el lector, sino con la tradicional túnica blanca arábiga de mangas anchas y con un pañuelo árabe en la cabeza.  Las mujeres llevan vestidos de seda blancos con esmerados bordados.
Salgo del agua para ducharme.  El salitre me quema.  Es hora de cenar.  En la playa hay tiendas, y bajo ellas, mesas bajas repletas de deliciosos platos árabes.  El vino fluye.  Nos recostamos en almohadones, como los beduinos, y comemos: doscientas personas que comen, hacen risas y se lo pasan bien.  Cuando termina la cena, muchos de mis amigos intentan fumar la tradicional pipa otomana, que quema tabaco puro en el fondo de una gran botella de vidrio.  “¡A la mierda la cruzada antitabaco!  La vida es corta, ya lo dijo Hipócrates, y hay que disfrutarla”, exclama un colega especialista en Medicina Preventiva, vehemente fumador, con la pipa en la mano.
Nos rodea música exótica; al principio es baja, luego suena más alto, fuerte, exuberante.  Es una verdadera fiesta playera.  Todo el mundo baila, canta, bebe y se lo pasa bien.  Pero llega el gran momento.  Aparece una bella y pequeña bailarina, de 18 años.  Su perfecto cuerpo semidesnudo se refleja en sus joyas y en la seda semitransparente de su vestido, su larga y oscura cabellera brinca sobre sus hombros mientras baila la danza del vientre al son de tambores y flautas.  Una auténtica tentación.  ¿Quién puede resistirse?  Desde luego no ese colega de mediana edad que se ha pasado toda la vida en una pequeña ciudad al norte de Grecia, con más lluvia que Londres y más niebla que San Francisco.  Trabaja muchas horas; es duro, y no hay lugar para la diversión.  Dicen que, a juzgar por su enorme clientela, es uno de los médicos con más éxito profesional, y que es uno de los mejor relacionados.  Hace años que no ha disfrutado de unas vacaciones que merezcan el nombre.  Tiene fama de serio, entregado, y muy profesional.  Y ahora, parece, tiene ante sí su destino, en la forma de la pequeña bailarina, que se le acerca, balanceando su cuerpo.  Al principio nuestro colega es incapaz de moverse, tiene los ojos abiertos como platos.  La chica está todavía allí, le rodea con sus brazos sin tocarle.  Él contiene la respiración, y poco a poco intenta seguir la danza.  Tiene la mente perdida, está envuelto en su propio éxtasis.  Está borracho, sonríe, es feliz.  Finalmente se incorpora bruscamente de su almohadón y en una explosión de emoción rompe a exclamar en un idioma que la chica no comprende pero todos nosotros sí: “Sigue bailando, mi alma, sigue bailando, reina mía, y recetaré todo lo que quiera el laboratorio, sigue bailando, sirena mía, mi sueño, y recetaré XXXX hasta agotar mis talonarios, sigue moviendo tu vientre de alabastro, sigue danzando, palomita mía...”.  Estamos asistiendo al nacimiento de un poeta, a pesar de que el poeta esté borracho –como los grandes poetas alcohólicos de Oriente (y de Occidente)
A todo esto, XXXX es el nuevo antihipertensivo recientemente comercializado por nuestros anfitriones.  Permítanme que deje claras algunas cosas.  Obviamente la compañía ha pagado todos nuestros gastos.  Sí, nos han acompañado los representantes de la compañía, los mismos que me visitan a mí y a todos los demás en nuestros trabajos.  De hecho ahí están, siete y diez almohadones más allá; uno de ellos está aplaudiendo el estallido poético de mi colega.  Sin embargo, en todo el viaje no hemos oído una sola palabra sobre XXXX ni sobre ningún otro fármaco: ni en el avión, ni en el hotel, ni en nuestras excursiones al desierto, en ningún sitio.  No se ha pronunciado una sola palabra sobre fármacos, no se nos ha entregado ningún material, no ha habido ninguna conferencia, lo único a lo que hemos venido ha sido a pasarlo bien.  Cuando uno de los visitadores me invitó hace un mes, el mensaje era claro: “queremos ofrecerle un viaje exótico, de cinco días de duración, con todos los gastos pagados.  No se preocupe, no va a haber ningún rollo sobre Medicina, solamente van a pasarlo bien”.
Han cumplido su promesa.  No es como cuando las compañías te invitan con todos los gastos pagados a reuniones científicas.

Discusión
Todos tenemos la experiencia de haber asistido a la influyente veintitantos conferencia internacional de YYYY, donde YYYY es alguna subespecialidad médica muy importante y la conferencia es la reunión con mayor número de asistentes en su campo.  Los laboratorios envían a la reunión a cientos de médicos con sus familias (a veces, con perros y todo) con el fin de contribuir a su formación continuada.  Es difícil encontrar la sala de los pósters, porque está escondida en una esquina, detrás de la pagoda de 10 metros de altura que se ha erigido en honor de los nuevos fármacos “que revolucionan la terapéutica de su especialidad”, como dice el slogan de tu placa de identidad (txartela).  Cuando en tu labor de arqueólogo das con el póster que te interesaba te resulta difícil concentrarte en el apartado de Métodos a causa del diálogo que a voz en grito tiene lugar a tus espaldas: “¿Dónde estuviste anoche?”  “En el casino, nos lo pasamos en grande, todo pagado por el laboratorio, y luego nos llevaron a bailar”.  “Nosotros estuvimos en la recepción que montó el laboratorio en el casino, fue un coñazo, pero la cena, muy buena”.  “Ayer me pasé todo el día en la sauna.  También fuimos de compras.  Encontré un bolso de cuero muy majo, pero no llevaba dinero y volveré hoy a pillarlo.  ¿Te vienes conmigo?”  “Ya lo siento, pero he quedado con un amigo que me va a llevar a la playa.  Habla con el representante, seguro que te podrán conseguir ellos el bolso”.  Y luego miras a tu alrededor y te das cuenta de que la única persona que está contigo en la sala se muere de ganas por que le lleven a la playa.  Pues bien, no me refiero hoy a ese tipo de reuniones organizadas en pro del avance de la ciencia y la formación continuada en las que hasta los melones de la recepción del laboratorio llevan pegado el nombre del “bloqueante H1 más poderoso de la Tierra” o te puedes encontrar el mismo slogan bajo la almohada cuando te vas a la cama, para recordarte que “en comparación con otros compuestos, no causa somnolencia ni mareo”.  No, nuestra reunión arábiga fue una oferta magnánima y desinteresada a la esforzada clase médica.  “Simplemente una manera de darles las gracias”, como me dijo un representante.  La compañía y sus intereses se silenciaron para garantizar nuestro disfrute.
Bueno, para ser honestos vinos el nombre de la compañía en un par de sitios.  Por ejemplo, en un tren que alquilaron y que según vimos al acomodarnos tenía el nombre del laboratorio.  Nos dijeron que era el mismo tren que se usaba en la época de Lawrence de Arabia para ir a La Meca.
El paisaje era sereno y reconfortante, el desierto, majestuoso.  De repente vimos una nube de polvo alzarse sobre las colinas.  No se trataba de una tormenta: eran diez guerreros beduinos a caballo, armados con rifles.  Algunos de mis colegas se situaron en la parte abierta de los vagones, para verles mejor y sacarles fotos.  Como la velocidad del tren era escasa, no tardaron en alcanzarnos y cabalgar a nuestro lado.  “Como en las películas”, exclamó excitada una de mis colegas.  Apenas había terminado de decirlo cuando el beduino que marchaba a la cabeza se le acercó, la atrapó por la cintura y a pesar de los gritos de ella la sentó delante de él en la grupa de su caballo.  Una de sus amigas sufrió la misma suerte y fue atrapada por un beduino barbudo.  Presenciamos el rapto llenos de pavor, sin tener en cuenta lo que podría haber hecho Lawrence de Arabia en esas circunstancias, e imaginando más bien habría hecho Popeye en caso de que le hubiera pasado aquello a Olivia.  Luego, alguien del grupo empezó a sacar fotos de los beduinos alejándose.  Los visitadores nos dijeron que las dos mujeres no sufrirían ningún daño y que las volveríamos a ver en el hotel, a menos que entre tanto surgiera un auténtico idilio.

Agradecimientos: Las ideas que han dado lugar a este cuento se deben a los genios anónimos que trabajan en los departamentos de promoción y publicidad de un potente laboratorio farmacéutico; sin su ridículo ingenio nunca podría haberse escrito este ridículo artículo.  No mencionaremos el nombre del laboratorio; está en todas partes, aunque hay que aclarar que es pura casualidad la coincidencia con el nombre de cierto lugar de Londres.  De los autores, sólo IAG tuvo la suerte de vivir la experiencia arábiga, con lo que escribió un primer borrador y aportó el material.  La idea de la forma del artículo se debe a JPAI, que además añadió el resumen, amplió el borrador y propuso el título.

Conflicto de intereses: No se declara ninguno. 

©Txori-Herri Medical Association, 1997-2001


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